Un día, mamá pato se encontraba recostada en la hierba, y de repente, sintió que sus huevos comenzaban a temblar. Uno por uno, los huevos empezaron a abrirse. Ocho patitos amarillos asomaron su preciosa cabecita

 

“Pío, pío”, dijeron. “¡Cuac, cuac!” dijo Mamá Pato.Pero uno de los huevos no se rompió, un huevo algo más grande que el resto y con una forma un poco diferente.

Cuento el patito feo

Mamá Pato se sentó sobre el huevo grande durante unos días más, a la espera de que su último hijo saliese del cascarón. Finalmente, se abrió. A diferencia de sus hermano, un gran pájaro salió del huevo. «¡Oh!» dijo Mamá Pato. “No te pareces a mis otros patitos, pero soy tu madre y te quiero por igual”.

Los patitos amarillos se burlaron de su nuevo hermano. “No te pareces a nosotros”, dijeron y “Eres grande, gris y feo. No eres igual a nosotros,  eres un patito feo”.

Esto entristeció mucho al nuevo pajarito. “No te pareces a mis otros patitos”, dijo Mamá Pato, “pero yo soy tu madre, y te amo por igual”.

El patito feo, triste y desolado, intentó buscar con quien jugar. Se acerco al estanque de la granja. «¿Nadaríiss conmigo?» preguntó al resto de patitos. “No,” dijeron los patitos. “Eres demasiado feo.” “No,” dijeron las ranas y las tortugas. “Eres un patito feo”.

Luego, se acercó al corral de la granja, donde estaban los grandes caballos y los cerditos. «¿Jugaríais conmigo?» preguntó. “No, no,” dijeron los caballos. “Eres demasiado feo.” “No,” dijeron los cerdos, y se rieron de él. El patito triste y feo volvió al estanque de la granja.

“Nadie quiere jugar conmigo”, le dijo a Mamá Pato. “Soy demasiado feo”. “No te pareces a los otros patitos”, dijo Mamá Pato, “pero soy tu madre y te amo por encima de todo”. Pero el patito feo no estaba feliz. Así que, con todo el dolor de su alma, tomó la más dura de las desiciones, abandonó a su familia y se marchó.

Pasó el tiempo y con el paso de los años, el patito feo creció. Sus alas eran se hicieron mas anchas y grandes. Su cuello ahora era más largo, había crecido mucho. Sus plumas grises, se habían convertido en hermosas plumas blancas. Había cambiado mucho, pero el ni si quiera se había dado cuenta de su cambio.

Entonces, un día, dos grandes pájaros blancos volaron sobre el estanque «¡Qué hermosos pájaros!» pensó el patito feo. “Espero que se detengan a visitarme, ya que me siento muy solo”. Los pájaros, se acercaron volando y aterrizaron en el estanque con un chapoteo, muy cerca del patito feo.

Hola”, dijo el patito feo. “¿Quién eres?” “Somos cisnes”, dijeron los grandes pájaros blancos, “igual que tú”. “No soy un cisne”, dijo el patito feo. “Soy un patito feo”. Los cisnes se rieron. “Mira hacia el agua”, dijeron. «¿Que ves?».

El patito feo miró hacia el agua, y pudo ver su reflejo, como si se tratara de un espejo. «¡Tienes razón!» gritó. “¡Soy un hermoso cisne!”.

El patito feo estaba muy feliz de ser un hermoso cisne. Voló de inmediato de vuelta para visitar la granja, para reencontrarse con su antigua familia. “Hola”, dijo. «¿Os acordáis de mí?» «¡No!» dijeron los patos. “¡No, no!” dijeron las ranas y las tortugas. “Nunca te habíamos visto antes”, dijeron los caballos y los cerdos.

“¡Soy el patito feo!” gritó el cisne. Todos los animales dijeron: “Eres demasiado hermoso para ser el patito feo que conocemos”. “Crecí para convertirme en un hermoso cisne”, dijo. Todos los animales estaban felices de estar con un pájaro tan hermoso.

Entonces, el patito feo, que ya se había convertido en un hermoso cisne vio a Mamá Pato y se acercó a ella. “¡Hola! Soy tu patito feo”, dijo. A Mamá Pato no le importaba si era un patito o un cisne. Ella dijo: “No te pareces a mis otros patitos, pero soy tu madre y te amo”.